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domingo, 30 de abril de 2017

DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE PASCUA


San Alfonso María de Ligorio
Del Escándalo

   Los lobos que dispersan y destrozan las ovejas de Jesucristo, como dice el Evangelio de hoy, son los escandalosos, que no contentos con perderse a sí mismos, trabajan por perder a los demás. Pero ¡Ay de aquel hombre, dice el Señor, por quien viene el escándalo!  ¡Ay de aquel que es la causa de que otros pierdan la gracia de Dios! Dice Orígenes, que peca mucho más aquel que induce al pecado, que el que le comete inducido por él. Si entre vosotros, oyentes míos, hay alguno que ha escandalizado a los demás hasta el presente, quiero hacerle saber hoy, cuán mal ha obrado, para que llore su culpa y se guarde de incurrir en ella en adelante.

   Conviene explicar qué cosa es el escándalo. Santo Tomás dice que es una expresión o un hecho que ocasiona al prójimo su ruina espiritual. Es decir, que puede hacerle perder la gracia y el alma. El escándalo, además, puede ser directo o indirecto. Es directo, cuando uno tienta e induce directamente a otro a cometer un pecado. Será indirecto, cuando con el mal ejemplo o con sus palabras induce a  otro a pecar, a pesar de que prevé el mal que con su mal ejemplo puede causarle. El escándalo, pues, bien sea directo, bien indirecto, siempre es pecado mortal cuando se da en materia grave.

   Si consideramos cuánto ama el Señor a las almas, veremos lo mucho que desagrada a Dios el que es causa de que un alma se pierda. Primeramente Él las crio a todas a su imagen y semejanza, como dice la Santa Escritura. Esta alma de tu prójimo, hermano mío, la amó el Señor desde la eternidad y la crio para que fuese reina en el Paraíso y compañera de Su gloria, y en el Cielo la ha de hacer partícipe de su misma alegría. Pero sobretodo, lo que hizo el Verbo divino para redimir las almas nos manifiesta lo mucho que Dios las ama. San Euquerio dice: Si quieres saber lo mucho que vales, pregúntalo a tu Redentor, si no das crédito a tu Creador. San Ambrosio dice que se juzga que es tan grande  el valor de una cosa, cuán grande es el precio que da por ella un comprador inteligente. Jesucristo compró nuestras almas con Su Sangre, entonces podemos decir que un alma vale tanto como la Sangre de Dios. San Hilario dice que la redención costó tanto, como si el hombre valiera lo  mismo que Dios.

   De todo lo dicho se infiere, cuánto desagrada a Dios el que escandaliza y le hace perder un alma. Por esta razón San León llama homicida al escandaloso: Cualquiera que escandaliza mata al alma de su prójimo. Y este tal el homicida más cruel que los homicidas comunes, puesto que causa la muerte, no al cuerpo sino al alma de su prójimo; y hace perder a Jesucristo todas las lágrimas, todos los dolores y todo cuanto hizo y sufrió para salvar aquella alma.

   Se cuenta que Alberto Magno estuvo trabajando treinta años en hacer una cabeza semejante a la de un hombre, que pronunciaba ciertas palabras, y que Santo Tomás la destrozó creyendo que en su fabricación había intervenido el diablo. Alberto se lamentó, diciéndole: Me has destrozado una obra que me había costado treinta y ocho años. Yo no sé si este hecho es cierto, pero sé que cuando Jesucristo ve perdida un alma por un hombre escandaloso, pudiera decirle con razón: ¡Ah malvado! ¿Qué es lo que has hecho? Me hiciste perder esta alma en cuya salvación había empleado yo los treinta y tres años de mi vida. Quizá el escandaloso responderá: Pero aquel prójimo mío ya se ha condenado, ¿cómo puedo yo remediarlo? Pues bien dirá Dios: puesto que se condenó por tu causa, tú me la pagarás. En el Deuteronomio XIX, está escrito: No te compadecerás de él; sino que le harás pagar vida por vida. Como si dijera: fuiste causa de que se perdiera un alma, pagarás pues con la tuya.

   Si es grande el disgusto que da a Dios el hombre escandaloso, grande es también el castigo que le espera.

   Por el pecado de escándalo crió Dios el infierno. Cuando Lucifer comenzó a seducir a los ángeles y a rebelarse contra Dios. Entonces, para que no siguieran seduciendo a los otros que habían sido fieles a Dios, fue lanzado al infierno, inmediatamente después de su pecado.

   San Efrén dice que luego que caza el demonio un alma, se sirve de ella como de un lazo para cazar con ella otras almas.

   ¡Desventurados escandalosos! Ellos deben sufrir en el infierno el castigo de todos los pecados que han hecho cometer a los demás. También espera un gran castigo a aquellos que se ríen o se mofan de quien obra bien; porque muchos dejan de obrar bien y se entregan a la mala vida para que no se burlen de ellos. Otros inducen a los inocentes a pecar, otros les enseñan el modo de ofender a Dios, lo que no hacen ni los mismos demonios del infierno. ¿Y qué diremos de aquellos padres y madres que no impiden los pecados de sus hijos, pudiendo y debiendo hacerlo?

   Quizás dirá alguno en su interior: Yo que he escandalizado estoy  perdido sin remedio. ¿No habrá ya esperanza de salvación para mí? Respondo, no quiero yo decir que estés desahuciado, porque la misericordia de Dios es grande, y además ha prometido perdonar al que se arrepiente. Pero si quieres salvarte, debes reparar los escándalos que has dado, remediar el mal hecho. Así como arrastraste a muchos al pecado con tu mal ejemplo, estás obligado ahora a  conducir a muchos por la senda de la virtud, con las buenas palabras y ejemplos, evitando las ocasiones de pecar, frecuentando los sacramentos, orando y leyendo la palabra divina.

   ¿Qué mal os ha hecho Jesucristo, que no contento con ofenderle vosotros, queréis que también le ofendan los demás? Esto es demasiada crueldad.