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lunes, 25 de abril de 2016

ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II



                                               
   En el discurso de inauguración del Concilio pronunciado por Juan XIII, declaró que tal sería un concilio no dogmático, sino pastoral; es decir, “no definir dogmas, ni condenar errores”. (20 Octubre 1962).

   Primer error: Una concepción mutilada del Magisterio.
   En la segunda sesión del concilio, el 29 de septiembre de 1963, Pablo VI dijo:

  “La Iglesia, frecuentemente condenó los errores –falsas opiniones de los hombres- En nuestro tiempo, sin embargo, ahora la Esposa de Cristo prefiere usar la misericordia más que la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos”.

   El hecho de sostener que esta condena no debe tener ya lugar significa propugnar, por un lado, una concepción mutilada del magisterio de la Iglesia; por el otro, sustituir el diálogo con el que yerra, que la Iglesia siempre ha procurado, por el diálogo con el error. Todo ello configura un error doctrinal.

   Aquí es donde radica propiamente el error que se esconde en la frase de Juan XXIII: una forma de pelagianismo, (herejía), característico de toda concepción racionalista de la fe, condenada multitud de veces por el magisterio de la Iglesia.

   Anteriormente, toda concepción del mundo que no fuese cristiana, era fulminada por la Iglesia porque Nuestro Señor dice: “quien no recoge conmigo, desparrama”.

   Hasta los enemigos de la Iglesia, admiraban su férrea armazón conceptual: “El sello intelectual de la Iglesia es, en esencia, el rigor inflexible con que se tratan los conceptos y los juicios de valor como consolidados, como eternos”. Nietzche

   Segundo error: La contaminación de la doctrina católica con el “pensamiento moderno”, intrínsecamente anticatólico.

   El 13 de  Enero de 1963, Juan XXIII, en el discurso del día de su cumpleaños, (insiste en) la renuncia pregonada a herir el error;  (y reitera) el principio liberal y de los modernistas, de revestir la doctrina antigua con una forma sacada del “pensamiento moderno”, expresamente condenado por San Pío X y por Pío XII.

   Juan XXIII se reveló como discípulo de la “Nouvelle Theologie” neomodernista, condenada antaño por el magisterio.

   Tercer error: Afirmar que el fin de la Iglesia es la “unidad del género humano”.

   El error consiste aquí en mezclar la visión católica con una idea ajena a ella tomada del pensamiento laicista, que no aspira a extender el reino de Dios, sino que anhela suplantar a la propia Iglesia por la Humanidad (proclamando) la “dignidad del hombre” (sólo) por ser hombre y sus presuntos “derechos”.

   El mensaje al mundo transmitido en la inauguración del concilio (consiste en) “fomentar los bienes humanos, tales como los inventos de las ciencias, los adelantos de la técnica y una más dilatada difusión de la cultura”… en lugar de anhelar el aumento de bienes eternos, fundados en valores perennes, enseñados por la Iglesia a lo largo de los siglos.

   El mensaje del concilio (insiste): invitamos a todos los hombres de buena voluntad a que colaboren con nosotros para “instaurar en el mundo una sociedad humana más recta y más fraterna”…
   -En lugar de instaurar el Reino de Cristo en todas las cosas-

continuará