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jueves, 24 de marzo de 2016

SENTIMIENTOS DE JESUCRISTO AL LAVAR LOS PIES DE LOS APÓSTOLES





Un llamamiento al amor
Sor Josefa Menéndez

Jesús se le aparece y le dice:
“Josefa, Esposa y víctima de mi Corazón, vamos a hablar de mi Pasión.
“… ahora Josefa, voy a empezar por descubrirte los sentimientos que embargaban mi Corazón cuando lavé los pies de mis Apóstoles.
   “Fíjate bien que reuní a los doce. No quise excluir a ninguno. Allí se encontraba Juan, el discípulo amado, y Judas el que, dentro de poco, había de entregarme a mis enemigos.
   “Te diré por qué quise reunirlos a todos y por qué empecé por lavarles los pies.
  “Los reuní a todos, porque era el momento en que mi Iglesia iba a presentarse en el mundo y pronto no habría más que un solo Pastor para todas las ovejas.
   “Quería también enseñar a las almas que aun cuando estén cargadas de los pecados más atroces, no las excluyo de las gracias, ni las separo de mis almas más amadas; es decir, que a unas y a otras, las reúno en mi Corazón y les doy las gracias que necesitan.
   “¡Qué congoja sentí en aquel momento, sabiendo que en el infortunado Judas estaban representadas tantas almas, que reunidas a mis pies y lavadas muchas veces con mi Sangre, habían de perderse…!
   “¡Sí, en aquel momento quise enseñar a los pecadores que, no porque estén en pecado deben alejarse de Mí, pensando que ya no tienen remedio y que nunca serán amados como antes de pecar. No, ¡pobres almas! No son estos los sentimientos de un Dios que ha derramado toda su Sangre por vosotras…
   “¡Venid a Mí todos! Y no temáis, porque os amo; lavaré vuestros pecados en el agua de mi misericordia y nada será capaz de arrancar de mi Corazón el amor que os tengo…

   “Josefa, déjate penetrar del más ardiente deseo de que todas las almas, y sobre todo los pecadores, vengan a purificarse en el agua de la penitencia… que se penetren de sentimientos de confianza y no de temor, porque soy Dios de misericordia y siempre estoy dispuesto a recibirlas en mi Corazón”.

Aquí termina la primera expansión del Maestro acerca de su Sagrada Pasión. Josefa ha estado escribiendo rápido durante veinte minutos. El Señor no le dicta en el sentido estricto de esta palabra. Habla “con mucho ardor”, según expresión de Sor Josefa, tanto que parece desahogar su Corazón y dilatarse en la intimidad de la confidencia; y ella recoge al vuelo sus ardorosas palabras, y las transcribe, sin esperar a que acabe, aprovechándose de algunas pausas que hace de vez en cuando el Señor. Con tiernas palabras se despide de ella y desaparece. Sin volverlo a leer, entrega el cuaderno a sus Superioras, que están siempre presentes. Luego, como si nada hubiera pasado, vuelve al taller y reanuda su trabajo. Al exterior, nada se transparenta pero en el fondo del alma, el recuerdo de aquella dolorosa confidencia, la absorbe y la domina sin cesar.