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viernes, 29 de enero de 2016

Prepárate a sufrir por nuestro Señor muchas y grandes aflicciones: SAN FRANCISCO DE SALES



“Prepárate, pues, a sufrir por nuestro Señor muchas y grandes aflicciones, y aun también el martirio; resuélvete a sacrificarle lo que más estimas, si quieres recibirlo, sea el padre, la madre, el hermano, el marido, la mujer, los hijos, tus mismos ojos y tu propia vida, porque a todos esto ha de estar preparado tu corazón; pero en tanto que la divina Providencia no te envía tan sensibles y grandes aflicciones, en tanto que no se exige de ti el sacrificio de tus ojos, sacrifícale al menos tus cabellos; quiero decir que sufras con paciencia aquellas ligeras injurias, leves incomodidades y pérdidas de poca consideración que ocurren cada día, pues aprovechando con amor y dilección estas ocasioncillas, conquistarás enteramente tu corazón y le harás del todo suyo.

   Los cotidianos, aunque ligeros, actos de caridad, el dolor de cabeza o de muelas, las extravagancias del marido o de la mujer, el quebrarse un brazo, aquel desprecio o gesto, el perderse los guantes, la sortija o el pañuelo, aquella incomodidad y recogerse temprano y madrugar para la oración o para ir a comulgar; aquella vergüenza que causa hacer en público ciertos actos de devoción; en suma, todas estas pequeñas molestias, sufridas y abrazadas con amor, son agradabilísimas a la divina Bondad, que por sólo un vaso de agua ha prometido a sus fieles el mar inagotable de una bienaventuranza cumplida. Y como estas ocasiones se encuentran a cada instante, si se aprovechan son excelente medio de atesorar muchas espirituales riquezas.

   Raras veces se ofrecen grandes ocasiones de servir a Dios; pero pequeñas continuamente; pues ten entendido que el que sea fiel en lo poco será constituido en lo mucho, como dice el Salvador. Por tanto, haz todas las cosas en el nombre de Dios, y todas las harás bien: ora comas, ora bebas, ora duermas, ora te diviertas, ora des vuelta al asador; como sepas aprovechar esto, adelantarás mucho a los ojos de Dios haciendo todo esto, porque así quiere Dios que lo hagas.

   No desees cruces, sino a proporción que hayas llevado bien las que se te han ofrecido, pues es abuso desear el martirio y no tener ánimo para sufrir una injuria. El enemigo procura, ordinariamente, que tengamos grandes deseos de objetos que están ausentes, y jamás se nos ofrecerán, para apartar con esto el espíritu de los objetos presentes, en los cuales, aunque pequeños, pudiéramos aprovechar mucho”.
                                                                                                                                                                    San Francisco de Sales
                                                                    Vida devota