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domingo, 8 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Sábado de Septuagésima

   Meditaciones  del P. Alonso de Andrade
   De nuestra Señora, Madre de la familia de la Iglesia.



   Punto I.- Considera que así como Cristo es el Padre, la Santísima Virgen es la Madre de la familia de la Iglesia, de la cual eres tú, y así la debes mirar como Madre tuya. Alégrate de tener tal  Madre y que lo sea de todos los fieles, y que los mire como hijos propios suyos, y en particular a ti, y pídele que sea Madre tuya, y que como tal te abrigue, ampare, enseñe y defienda de todos tus enemigos visibles e invisibles, así del alma como del cuerpo.

   Punto II.- Considera cómo vela nuestra Señora sobre la familia de la Iglesia, saliendo a todas horas a llamar a los hombres a su servicio; a unos al amanecer de la razón; a otros cuando mayores, y a otros cuando viejos y después de haber caído en pecados, trayéndolos por su devoción a su Hijo para que los perdone y aliste entre sus escogidos. Dale gracias por esta vigilancia que tiene sobre todos, y por la que ha tenido y tiene contigo mismo. Acuérdate de los beneficios que has recibido de su mano, y ofrécete de nuevo a su servicio, estando siempre muy atento a su voz para hacer lo que te mandare como fiel siervo suyo.

   Punto III.- Considera cómo también tiene cuidado del premio de los obreros de la viña del Señor, el cual solicita en el cielo con su Benditísimo Hijo, y que se les dé el galardón merecido, y siempre aboga por ellos: gózate de tener tal medianera, y ruégale que pues de acuerda de todos no se olvide de ti, aunque no lo merece tu tibieza, pero que usando de su piedad la tenga de ti pecador delante de su Hijo.

   Punto IV.- Considera que eres siervo de esta Señora, y que te ha llamado y traído a que trabajes en su viña, por lo cual no debes estar ocioso sino siempre alentado y ocupado en cosas de su servicio, y pues el siervo  no trabaja para sí sino para su señor, ofrécele todas tus obras a la Beatísima Virgen como a Señora tuya, procurando en ellas, no tu loa y estimación, sino su gloria, su honra y su servicio: dile con entrañable afecto de tu corazón, aquí os ofrezco, Señora, cuando soy y cuanto obrare, como indigno siervo vuestro, mis pensamientos, obras y deseos, mis  palabras y todos mis trabajos, y las acciones de mi vida ofrezco a vuestros pies, y os suplico los recibáis y a mí por vuestro esclavo, y me tengáis de vuestra mano para que nunca os olvide, ni me aparte un momento de vuestro santo servicio.