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martes, 7 de octubre de 2014

DEL PECADO Y DEL CASTIGO DE LOS DEMONIOS: Tratado de los Angeles de santo Tomás de Aquino


EXPOSICIÓN TEOLÓGICA DE SANTO TOMÁS ACERCA DEL PECADO Y DEL CASTIGO DE LOS DEMONIOS. (q. 63, arts1-14)

Los múltiples puntos que el santo doctor contempla en estas dos cuestiones pueden resumirse así:

Posibilidad del pecado de los ángeles

 “Si solo se considera su naturaleza, lo mismo el ángel que toda otra criatura puede pecar; y si alguno hay que no puede pecar, lo debe a un don de la gracia y no a la condición de de la naturaleza”

El pecado, en cualquier orden que se refiera, es un defecto en la acción, a la que le falta la rectitud que debe tener. Esta rectitud no es más que la conformidad con una norma. Si, pues, la norma a la que se ha de conformarse la acción es distinta de la potencia operativa podrá en cada caso conformarse o no a la acción con dicha norma, dependiendo entonces del sujeto que obra la conformidad o la disconformidad.
En conformidad con lo anterior Santo Tomas se pregunta:

“Si en los ángeles puede haber mal de culpa”

Su respuesta es la siguiente: “Si solo se considera su naturaleza, lo mismo el ángel que toda otra criatura puede pecar; y si alguno hay que no pueda pecar, lo debe a un don de gracia y no a la condición de su naturaleza. La razón es porque pecar (si se habla estrictamente en el ámbito de la naturaleza) trátese del pecado de la naturaleza, o de la conducta (la moral) consiste en que el pecado se desvía de la rectitud que debe tener. En efecto, el único acto que no puede desviarse de la debida rectitud es aquel cuya regla es la virtud misma del sujeto que obra. Mas sucede que solo la voluntad de Dios es la regla de sus acciones, porque no está ordenado a otro fin superior, como no es el caso de las criaturas que tiene por objeto la voluntad divina. Por lo tanto se sigue que únicamente la voluntad divina está exenta de pecado, conforme, como hemos dicho, a la condición de su naturaleza.

En cuanto a la naturaleza de las cosas creadas, de dos maneras se puede pecar en el acto del libre albedrío: Una porque elija lo que es malo, como peca el hombre cuando elige el adulterio, que es malo de por sí, y estos pecados provienen siempre de un error o ignorancia, ya que de no tenerlo no se erigiría lo malo como si fuese bueno. El adultero, supongamos, yerra en cada caso concreto eligiendo el deleite de un acto desordenado como si fuese un bien que de momento debe procurarse, movido por la pasión o el habito, aunque, en general, uno se engañe y piense correctamente en esta materia. Pero el ángel no puede pecar de esta manera, porque, según hemos visto, (porque es espíritu puro y no compuesto de materia y forma como nosotros, es decir cuerpo y alma) en el no hay pasiones que entorpezcan la razón o el entendimiento, ni a su primer pecado pudo proceder ningún habito que lo inclinase a pecar.

El otro modo de pecar por el libre albedrío consiste en hacer algo que de por si es bueno, pero debido a la debida regla y medida,(tomar no es malo siempre y cuando no se pase de la regla de la sobriedad, lo mismo pasa con la acción de comer y así sucesivamente) de suerte que el defecto causante del pecado no viene del lado de la cosa elegida, sino por parte de la elección, que no guarda el orden debido, como seria por ejemplo, el caso del que determinase a orar desentendiéndose de las prescripciones de la Iglesia. Estos pecados no presuponen ignorancia, sino solamente falta de consideración de aquello que debe considerar, y de este modo pecaron los ángeles, inclinándose por su libre albedrío bien, sin subordinación a la voluntad divina.

Si en los ángeles no puede haber más pecados que los de soberbia y envidia.

“En cuanto al reato, los demonios tienen todos los pecados…; en cuanto al efecto…, el primer pecado del ángel no pudo ser más el que de soberbia; aunque por vía de consecuencia pudo haber en ellos también el de envidia”

De dos maneras puede haber en alguien algún pecado: una en cuanto al reato y otra en cuanto al efecto. En cuanto al reato, los demonios tienen todos los pecados, porque al inducir al hombre a cometer todo género incurren en el reato de todos ellos. (Por ejemplo si una mujer joven y atractiva se viste deshonestamente y camina por una calle atestada de gente todos aquellos hombres que la miren deseándola en su corazón ya pecaron, pero estos hombres cometieron solo un pecado no así la mujer que si hubo mil hombres que la desearon en su corazón son MIL PECADOS QUE ELLA A COMETIDO JUNTO CON SU REATO así castiga Dios la inmodestia y la vanidad de la mujer de suerte que el día de su juicio particular deba responder por esos mil pecados. Si continuamos con el mismo ejemplo, pero aplicado al ángel malo sucede lo mismo pues tantas veces tiente al hombre serán también los reatos que, por cada uno de los hombre tentados el deberá pagar, y al ser una opinión cierta basados en lo escrito por el Angélico, es para nosotros un consuelo grande al saber la cantidad de pecados que acumula un demonio durante un día y que debe rendir cuenta de ellos. Lo cual quizá se traduzca en más sufrimiento del que ya tiene, pero que por soberbia prefiere padecerlo con tal de seguir tentando al hombre).

En cuanto al efecto, solamente puede haber en los ángeles malos esos pecados a los que puede inclinarse la naturaleza espiritual.
Ahora bien en los bienes espirituales, cuando alguien se aficiona a ellos, no puede haber pecado, a menos que tal afecto no se observe la regla del superior. Pero no someterse a la regla del superior en lo debido es en lo que consiste el pecado de soberbia. Luego el pecado del ángel no puede ser más que el de soberbia.

Sin embargo por vía de consecuencia pudo haber en ellos también el de envidia…dado que el envidioso se duele del bien del otro, por cuanto estima que el bien ajeno es un obstáculo para el propio. Pero el bien del otro (el Hombre) no pudo ser estimado como impedimento del bien al que se aficiono el ángel malo sino en cuanto apeteció una excelencia singular (ser igual que Dios, en el caso del hombre) que queda eclipsada por la excelencia del otro. De aquí pues, que, tras el pecado de soberbia, apareciese en el ángel prevaricador el mal de envidia, porque se dolió del bien del hombre y también de la excelencia divina, por cuanto Dios se sirve del hombre para su gloria en contra de la voluntad del demonio.

En cuanto a los demás pecados estos no se pudieron dar en el demonio por ser solo de la naturaleza humana caída. En consecuencia resulta que solo el pecado de soberbia y de envidia son los pecados puramente espirituales que pueden competir a los demonios, y esto con tal de que la envidia se considere no como pasión, sino como un acto de la voluntad que se reíste al bien ajeno.

Si el diablo apeteció ser como Dios

No cabe duda que el diablo apeteció ser como Dios, no por equiparación o igualdad absoluta, sino por semejanza; y no en aquello en que una criatura es capaz de asemejarse a Dios, sino en lo que no es apto para asemejarse a Él, o sea, apeteció obtener la bienaventuranza final por su virtud lo que es propio de Dios.

No cabe duda que el ángel pecó apeteciendo o deseando ser como Dios: “Subiré al cielo y seré semejante al altísimo” (Isaías 14, 13-14) Pero esta expresión puede entenderse de dos maneras: o bien por método de equiparación o comparación; o por medio de semejanza. Del primer modo no puede apetecer ser igual a Dios, porque sabía por conocimiento natural que esto es imposible (por lo limitado de su naturaleza comparada con lo infinito de Dios), y además porque a su primer acto pecaminoso no precedió en el ninguna ningún habito ni pasión, como sucede con el hombre generalmente que entorpeciese su virtud cognoscitiva en forma que errase en aquel caso concreto eligiendo lo imposible, como a veces nos ocurre a nosotros. (el hábito y la pasión en nosotros atenúan el pecado, pero no le quitan el que deje de ser mortalmente grave y eso por nuestra fragilidad, debilidad y miseria, males que heredamos del pecado original). Y aun cuando esto fuera posible, hubiera sido contrario a su deseo natural, puesto que todas las cosas tienen deseo natural de conservar su ser, que no conservarían si se convirtiesen en otra naturaleza (En virtud de este argumento tan evidente podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la reencarnación es meramente imposible y quienes la promueven o se engañan o apetecen algo que es simplemente imposible lo que continua explicando Santo Tomas remacha este argumento considérelo y medítelo cada uno que este articulo lea); y de aquí que ningún ser perteneciente a un grado inferior de la naturaleza pueda apetecer otro grado superior el grado superior a su naturaleza, como no desea el asno ser caballo, porque si pasase al grado de la naturaleza superior, ya no sería el mismo (ahora bien apliquemos el argumento a la inversa, le gustaría al hombre ser caballo?), no obstante aquí, nos engaña la imaginación, (autora del gran desvario actual en donde unos quieren ser planta en su reencarnación, o piedras o cualquier otra cosa que es inferior a su naturaleza y han llegado a la osadía de ambicionar ser alguien de la historia con lo cual es equiparan a su propia naturaleza que es una e indivisa por formar en sí mismo un todo compacto cerrando toda posibilidad a otro compuesto que no sea el de ellos, en esto consiste el delirio tremens de los que apoyan la reencarnación error funesto y nefasto en nuestros tiempos actuales tan faltos ya no digamos de doctrina lo cual se da por descontada, sino de realismo y sentido común), porque, debido a que el hombre apetece elevarse a un grado superior en cuanto a sus condiciones accidentales, que pueden crecer sin que se destruya el sujeto, imaginemos que puede apetecer un grado superior a su naturaleza a la cual no puede llegar a menos de dejar de ser lo que es. Ahora bien, es indudable que Dios excede al ángel, no en condiciones accidentales, sino en el grado de la naturaleza, que es también como el ángel excede a otro. Por consiguiente, es imposible que el ángel inferior, lejos de ser igual a Dios, apetezca siquiera ser igual al ángel superior, (este desvario sólo se dió una vez y para siempre en ellos, no así en el hombre, que al no poder ser como un ángel haya inventado ser súper héroes, con el fin perverso de unos, de desviar la atención del fin supremo y alejarlos de Él, y otros que, llevados por su locura e ignorancia en ciertos casos inconcebible, les sigan el juego a los primeros creando o dando origen a una “civilización” de stultus que se creen superman, hombres araña etc., etc.).

Lo de apetecer ser como Dios por semejanza se puede entender a su vez de dos maneras. La primera en cuanto a aquello en que es capaz una criatura de asemejarse a Dios, y el que de este modo apetece ser semejante a Dios no peca, con tal que aspire a la semejanza con Dios según el orden debido, esto es, a recibirla de Dios. Pero peca si aspira a ella por fuero de justicia como si fuese debido y no a la acción divina.

Otra cosa es si alguno apeteciese ser semejante a Dios en lo que no es apto para asemejarse a Él, como por ejemplo, el que apeteciese crear el cielo y la tierra, cosa que solo pertenece a Dios, pues en este apetito hay pecado, y de esta manera es como el diablo apeteció ser como Dios. Y no porque quisiera ser semejante a Dios en cuanto no estar sometido absolutamente a nadie, porque de este modo hubiera querido su propio no ser, ya que ninguna criatura puede existir sino en cuanto participa del ser que Dios le comunico, sino que su deseo de ser semejante a Dios consistió en apetecer como fin último de la bienaventuranza las cosas que podía conseguir por la virtud de su naturaleza, desviando su apetito de la bienaventuranza sobrenatural que proviene de la gracia de Dios